El PSOE insiste en el Congreso con su subsidio para parados con hijos, incrementándolo hasta 705 euros al mes

SÍ

LUNES, 20 DE OCTUBRE DE 2014, DIARIO PROGRESISTA

El PSOE ha decidido volver a la carga con su idea de crear un nuevo subsidio para parados sin ingresos que tengan responsabilidades familiares y para otros colectivos vulnerables, y ha decidido transformar su proposición no de ley, que ya fue rechazada por el Pleno del Congreso a principios de septiembre, en una propuesta legislativa para modificar la Ley de Seguridad Social.

 

El PSOE insiste en el Congreso con su subsidio para parados con hijos, incrementándolo hasta 705 euros al mes La iniciativa socialista tiene el mismo contenido que la presentada durante el verano: establecer un subsidio para parados sin ingresos que tengan familiares a su cargo, y para otros colectivos vulnerables como las víctimas de violencia machista, los discapacitados en grado igual o superior al 33% y los parados mayores de 45 años que hayan agotado la Renta Activa de Inserción o se encuentren dentro del año anterior a la solicitud de ingreso en dicho programa.

 

Según los cálculos del PSOE, esta medida podría beneficiar hasta a un millón de familias en dificultad –actualmente se calcula que hay unos 700.000 hogares sin ingresos en España–, que percibirían el 80% del Indicador Público de Rentas de Efectos Múltiples (IPREM) vigente en cada momento –actualmente 426 euros mensuales– en caso de tener uno o ningún familiar a su cargo.

 

Si fuera el proveedor de dos familiares, el porcentaje se elevaría al 107% del IPREM –575 euros– mientras que si tuviera tres o más familiares a su cargo la cuantía a percibir sería el 133% del IPREM –actualmente, unos 705 euros–. A estas cantidades habría que añadir cien euros adicionales por cada hijo menor a su cargo.

 

El subsidio, que se recibiría por períodos de seis meses renovables mientras la tasa de paro supere el 15%, se financiaría con cargo a los entre 5.800 y 6.000 millones de euros de ahorro en prestaciones que el Servicio Público de Empleo podría tener este año como consecuencia, según el PSOE, del menor número de parados con derecho a cobertura y de la reducción de la cuantía media, ya que actualmente se cobran más subsidios que prestaciones.

 

UN DERECHO

 

Al configurarse como subsidio, esta renta sería «un derecho» no asociado a ninguna obligación más allá de llevar un año inscrito en los Servicios Públicos de Empleo y de no tener rentas superiores al 75% del salario mínimo interprofesional (SMI).

 

No obstante, sería incompatible con otras ayudas y prestaciones públicas, pero no estaría condicionada a haber agotado anteriormente alguna prestación contributiva o asistencial ni a anteriores cotizaciones, y se percibiría en su totalidad aunque procediera de un empleo a tiempo parcial.

 

En la iniciativa también se recoge la petición al Gobierno de que acuerde con las comunidades autónomas y los agentes sociales un Plan de Empleo «inmediato» y «específico» para parados de larga duración que incluya en todo caso el aumento de la dotación de los Servicios Públicos de Empleo con técnicos para la atención individualizada de los desempleados, alcanzando como poco los 3.000 orientadores y promotores que fueron despedido hace un par de años.

 

Según exponen los socialistas, el sistema español de protección por desempleo no está preparado para ciclos de crisis tan largos, lo que hace necesario que los poderes públicos «garanticen la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante la situación de desempleo», sobre todo para prevenir el efecto que esta «pobreza tan severa y sobrevenida» tiene en los más pequeños.

 

«Se trata de una extensión de la protección por desempleo en su nivel asistencial ante las nuevas situaciones de necesidad que ha creado esta profunda y prolongada crisis. No es posible dejar a las principales víctimas de la crisis en desamparo como si se tratara de una generación olvidada», añade el principal partido de la oposición.

 

La carga del pasado

 

La Transición demostró que el cambio era posible y que los dirigentes actuaron de manera sensata. Pero no hay milagros: muchos problemas heredados quedaron en pie. Desligarse de ellos exige un gran esfuerzo

JOSÉ ÁLVAREZ JUNCO 12 OCT 2014 – 00:00 CEST

José Álvarez Junco

Hace solo veinte, o incluso diez, años, España parecía haber superado muchos de los problemas que habían mantenido al país hundido en un atraso secular. Un atraso relativo, solo comparado con Inglaterra, Francia o Alemania, pero vivido como muy humillante por nuestros bisabuelos, que creían en pueblos o razas superiores e inferiores y no podían admitir compararse con Polonia, Turquía o Marruecos. Mirándose en el espejo de la Europa avanzada, las generaciones del 98 o del 14 se angustiaron y desesperaron ante lo que percibieron como país pobre, dividido entre unos pocos latifundistas con ínfulas nobiliarias y unos millones de braceros toscos e ignorantes; con unos períodos de efervescencia política seguidos por otros en que reinaba el orden gracias a la fuerza, el caciquismo y el falseamiento del sufragio; sometido a una influencia clerical desmesurada incluso para el mundo católico y a un intervencionismo militar que se traducía en constantes pronunciamientos y dictaduras; y enfrentado con el nuevo desafío catalán y vasco.

 

Ese inestable cóctel llevó, tras muchos zig-zags, al baño de sangre de 1936-39. Pero pareció superado al terminar el largo período franquista, con una Transición relativamente fácil. No seré yo quien reniegue de la Transición. Pero sí del clima triunfalista que generó. De repente, pareció que todo iba bien: habíamos resuelto nuestros problemas —salvo el territorial—: ni éramos pobres ni dominaban ya militares, curas y latifundistas. Sacábamos pecho. Éramos un país europeo, “normal”. Hablábamos del “milagro español”. Celebrábamos con toda pompa los fastos del 92. Nuestros ferrocarriles y carreteras deslumbraban ahora a los europeos, que hacía nada de tiempo estaban a años luz de nosotros —era en parte gracias al dinero europeo, pero eso mejor olvidarlo—. Nuestra renta per cápita iba a superar a la italiana, luego a la británica, y era cuestión de tiempo alcanzar a franceses y alemanes. En cuanto a nuestra democracia, quién podía ponerle un pero. Qué importaba que en Inglaterra o Estados Unidos hubiera tardado siglos en formarse y la nuestra fuera de ayer y poco menos que caída del cielo.

 

Pero no hay milagros. La Transición, con todas sus virtudes, se hizo sin cumplir un requisito que hubiera preocupado a un Giner de los Ríos: la preparación pedagógica indispensable para cualquier avance político. Es verdad que en el mundo clandestino del antifranquismo se había ido creando una cierta cultura democrática, pero estaba cargada de rasgos jacobinos o inquisitoriales; no se interiorizaron los valores de libertad, de respeto al otro, de convivencia con el disidente. Faltó ese saber ser libres que no se establece por decreto, como se establecen las convocatorias electorales, sino que se aprende con tiempo, esfuerzo y duros golpes al dictador que todos llevamos dentro.

 

Una función pedagógico-política de este tipo podía haber cumplido la malhadada Educación para la Ciudadanía, pero esta se enfocó por otros derroteros, más sofisticados, más provocadores frente a la moral católica tradicional, menos centrados en lo que aquí necesitamos: aprender a debatir, a escuchar al discrepante, a practicar la libertad de manera responsable; es decir, a hacer exactamente lo contrario de lo que hacen los tertulianos o los reality shows televisados. Mi generación no pudo leer a Giner de los Ríos o a John Stuart Mill. Para las siguientes, se decidió que no hacía falta (y ahora el Gobierno suprime, sin más, la educación cívica). Y eso se paga.

 

El pesimismo es lo que menos necesitamos ahora. Construyamos sobre los datos positivos

 

Una democracia que no se asienta sobre una ciudadanía educada y consciente de sus derechos es necesariamente de mala calidad. Porque el ciudadano sin formación política tiende a cometer errores de bulto. Uno de los primeros es caer en el populismo, que consiste en aceptar la ingenua idea de que el pueblo es bueno y que todo iría bien si se hiciera lo que él quiere o intuye; los culpables de nuestros males son los dirigentes, “los políticos”. Lo cual elimina la responsabilidad de la ciudadanía, pese a ser ella quien ha generado y ha elegido a estos. Y conduce a un segundo error: poner desmesuradas esperanzas en un líder o un partido, sentarse a esperar redentores, políticos fuertes y honestos que, sin esfuerzo por nuestra parte, nos resolverán los problemas. Lo cual provoca enseguida el desencanto. El elector defraudado gira entonces al otro extremo y empieza a denigrar al que ayer veneraba. Ortega lo escribió: hay que “desterrar, podar del alma colectiva, la esperanza en el genio, que viene a ser una manifestación del espíritu de la lotería. (…) Prefiero para mi patria la labor de cien hombres de mediano talento, pero honrados y tenaces, que la aparición de ese genio, de ese Napoleón que esperamos”.

 

¿Cómo pudimos creer que, en un abrir y cerrar de ojos, habíamos superado un pasado tan duro, que toda nuestra herencia cultural había desaparecido por arte de magia? El ser humano se comporta según le enseña el entorno en que crece. Lo cual de ningún modo significa que estemos sometidos a un destino fatal, que el pasado sea una losa imposible de levantar. Sobran los ejemplos de cambios; el cambio existe, es incluso inevitable en la historia; pero las herencias y las continuidades, también.

 

Que el cambio era posible se demostró durante la Transición. Un exfalangista, joven, listo y ambicioso, comprendió que era inevitable desmantelar el régimen y lo hizo en relativamente poco tiempo. Un rey, joven también y menos corto de lo que creíamos, entendió que las circunstancias no le permitían comportarse como su abuelo. Los dirigentes de la oposición renunciaron a los maximalismos revolucionarios a cambio de un sistema democrático parlamentario. Los dirigentes actuaron, pues, de manera sensata. Pero muchos problemas heredados quedaron en pie.

 

Sentarse a esperar redentores que nos resuelvan las dificultades conduce al desencanto

 

Dejando de lado los aspectos económicos, que no son mi campo, y ciñéndome a lo institucional y cultural, no era lógico pensar que unos funcionarios, jueces, militares o policías que habían aprendido a desempeñar sus tareas en un régimen de sumisión, halago al jefe y cultivo de clientelas, iban a convertirse en impecables servidores de la ley y el bien público sin necesidad de ningún tipo de reciclaje. Ni que unos ciudadanos que habían obedecido durante siglos por puro miedo al castigo, una vez suavizado este y sin aprendizaje alguno iban a interiorizar y cumplir las normas de convivencia. Ni que los propios políticos que condujeron la Transición iban a dejar de aprovechar el entorno y los reflejos heredados para recaer en el clientelismo y el autoritarismo. Ni que un país con tan pobre tradición científica iba a empezar a tener, sin un enorme esfuerzo de inversión y nuevos métodos de enseñanza y de selección del personal, tantos premios Nobel de Física o Medicina como otros donde se había cultivado la ciencia durante siglos. Ni que profesores para quienes una clase consistía en recitar un monólogo ante un grupo de oyentes pasivos, que debían repetirlo luego memorizado en un examen, iban de repente a saber incentivar la lectura, fomentar la participación de sus estudiantes y debatir y pensar juntos. Ni que una ciudadanía acostumbrada a escabullirse de la hacienda pública, y a admirar a los defraudadores, iba a pagar honradamente sus impuestos. Ni que quienes habían crecido al amparo de caciques no iban a votar, ahora que podían votar, a alcaldes corruptos pero que traían dinero al pueblo.

 

No estoy recetando un retorno a la literatura del “Desastre” y al “problema de España”, a la autoflagelación y al ensayismo fácil sobre caracteres colectivos de raíz metafísica. Una dosis de pesimismo es lo que menos necesitamos ahora. En la España actual hay datos positivos, como el que nadie cuestione la legitimidad de la democracia; o que no haya una extrema derecha populista, al contrario que en nuestra siempre envidiada Francia; o el carácter pacífico del proceso catalán —por ambas partes; y pese a las pasiones que levanta—; o la insólita transformación de nuestras fuerzas armadas. Construyamos sobre esos datos.

 

No hay que ser fatalistas, pero tampoco ingenuos. Evitemos la ilusión milagrera. Las ataduras del pasado son superables, pero para desligarse de ellas hay que reconocer su existencia y realizar un gran esfuerzo.

 

José Álvarez Junco es historiador. Su último libro es Las historias de España (Pons / Crítica).

 

Noam Chomsky: EEUU es el creador del Estado Islámico

Noam Chomsky: EEUU es el creador del Estado Islámico

8 octubre 2014 | +

Noam-Chomsky copiaNoam Chomsky, reconocido escritor y filósofo de Estados Unidos, criticó la política estadounidense en Oriente Medio y relacionó el surgimiento del Estado Islámico (EI) con la intervención de ese país en Iraq.

En una entrevista concedida a Truthout sostuvo que “La aparición del EI y la difusión general del yihadismo radical es una consecuencia bastante natural del martilleo de Washington sobre la frágil sociedad de Iraq“.

“Creo que Estados Unidos es uno de los creadores fundamentales del EIIL. (…) Sus intervenciones destructivas en el Medio Oriente y la guerra en Irak fueron las causas básicas del nacimiento del EIIL”, declaró Chomsky.

En otra parte de sus declaraciones y en alusión al alto el fuego acordado el pasado mes de agosto entre el régimen de Israel y el Movimiento de Resistencia Islámica Palestina (HAMAS), denunció el incumplimiento del régimen usurpador, mientras la parte palestina, según el lingüista norteamericano, “lo cumple”.

Teniendo en cuenta el apoyo militar, económico, diplomático e ideológico de Washington al régimen de Tel Aviv, acusó a las autoridades israelíes de llevar adelante sus políticas expansionistas en los territorios ocupados palestinos “dejando a los palestinos en cantones desmembrados”.

En referencia a la reciente agresión israelí contra el pueblo palestino de la Franja de Gaza durante la cual murieron más de 2160 personas, criticó el suministro armamentístico de EE.UU. al régimen de Israel.

“En un momento dado, las armas israelíes parecían estar agotándose, y los EE.UU. suministraron amablemente a (el régimen de) Israel armas más avanzadas, lo que le permitió seguir la embestida”, deploró.

En los 51 días de agresiones israelíes, iniciadas a principios del pasado mes de julio contra la nación palestina en Gaza, no solo perdieron la vida al menos 2160 palestinos como hemos referido con anterioridad, sino que 11.100 resultaron heridos y las infraestructuras básicas resultaron seriamente dañadas.

 

Creador clave

Chomsky asegura estar de acuerdo con las recientes declaraciones del escritor y exagente de la CIA, Graham Fuller, que acusó a EE.UU. de ser uno de los “creadores clave” del grupo terrorista, como resultado de la guerra contra Iraq emprendida en 2003.

La situación es un desastre para EE.UU., pero es un resultado natural de su invasión“, dijo Chomsky.

“Una de las graves consecuencias de la agresión de Estados Unidos y Reino Unido fue la de inflamar los conflictos sectarios que ahora están destrozando Iraq en pedazos, y que se han extendido por toda la región con consecuencias terribles”, agrega en académico.

Chomsky advierte que el fanatismo religioso no se propaga sólo en los países de Oriente Medio, sino también en EE.UU., fenómeno del que responsabiliza en parte al Partido Republicano.

“No hay muchos países en el mundo donde la gran mayoría de la población crea que la mano de Dios guía la evolución, y donde casi la mitad de ellos piense que el mundo fue creado hace unos pocos miles de años”, dijo.

“Y a medida que el Partido Republicano se ha vuelto tan extremo sirviendo a los ricos y al poder de las corporaciones, que no puede apelar a la opinión pública para que apoye sus políticas reales, se ha visto obligado a recurrir a estos sectores como una base de votantes, dándoles una influencia sustancial sobre la política”, denunció Chomsky

(Con información de Russia Today/ agencias)

Suecia reconocerá como Estado a Palestina

Estocolmo.

El nuevo primer ministro sueco, el socialdemócrata Stefan Löfven, afirmó que reconocerá a Palestina como Estado independiente durante la lectura de la declaración de Gobierno.

Löfven no cuenta con mayoría absoluta, así que tendrá que conseguir apoyo de la oposición para confirmar sus intenciones. Si lo consigue, sería el primer país de la Unión Europea en reconocer la soberanía del territorio palestino.

La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se congratuló por la decisión e instó a otros países a que sigan el ejemplo de Estocolmo y den este paso. “El anuncio de Suecia es signo de un genuino compromiso con la justicia y los requerimientos para la paz, incluida la solución de los dos Estados en las fronteras de 1967”, afirmó Hanan Asrawi, miembro del comité ejecutivo de la OLP.

Estados Unidos indicó que considera “prematuro” un reconocimiento de Palestina como Estado y que ese paso solo debe producirse una vez completado el proceso de paz con Israel.

Los miembros del nuevo Gobierno sueco posan junto al rey Carlos Gustavo.
Los miembros del nuevo Gobierno sueco posan junto al rey Carlos Gustavo.

Al menos 41 niños sirios mueren en atentado contra su escuela

Ciudadanos sirios caminan ante la escuela Akrameh al Makhzumi, donde tuvo lugar el atentado (AFP
Ciudadanos sirios caminan ante la escuela Akrameh al Makhzumi, donde tuvo lugar el atentado (AFP

Beirut
Al menos 41 niños sirios murieron hoy en un doble atentado contra su escuela en un barrio alauita leal al régimen en Homs (centro), informó la ONG Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).

Siete adultos -cuatro civiles y tres miembros de las fuerzas de seguridad- murieron también en este ataque contra la escuela de Akrama, un barrio de mayoría alauita en la tercera ciudad del país, controlada casi en su totalidad por las tropas del régimen de Bashar al Asad.

El propio presidente sirio pertenece a esta comunidad minoritaria. «Los niños muertos tienen entre seis y nueve años» precisó a la AFP el gobernador de Homs, Tala al Barazi. Es el peor atentado con muertes infantiles desde el inicio del conflicto sirio hace más de tres años.

El atentado no fue reivindicado pero el método empleado recuerda los ataques del grupo yihadista Estado Islámico (EI) o del Frente al Nosra, la rama siria de Al Qaeda. «Un kamikaze puso una bomba en un lugar ante la escuela y luego hizo estallar su propia carga en otro lugar ante el establecimiento», explicó el director del OSDH, Rami Abdel Rahman.

El régimen sirio tomó en mayo el control de casi toda la ciudad después de que los rebeldes se retirasen del casco antiguo de Homs, asediado durante dos años por el ejército.

Izquierda europea: renovarse o morir

Elecciones europeas

JEAN-MARIE COLOMBANI 1 OCT 2014 –

Las experiencias paralelas de los Gobiernos de Valls, en Francia, y de Renzi, en Italia, nos llevan a interrogarnos sobre la capacidad de la izquierda para gobernar. O peor aún: en el caso de la izquierda francesa, habría que interrogarse sobre su capacidad para demostrar que puede seguir siendo una fuerza de alternancia. Después de todo, la izquierda puede desaparecer, como demuestra el destino de los laboristas en Israel, donde prácticamente no se les ve en la escena pública y donde las batallas políticas tienen lugar ahora entre la derecha y la extrema derecha, lo que ocurrirá durante largos y duros años.

En efecto: en la actualidad, la tarea de gobernar implica no solo asumir el riesgo de impopularidad que conlleva toda gestión en periodos de crisis, sino también afrontar el peligro que representa la confrontación cotidiana con la necesidad de revisar la propia doctrina. Pues en ningún momento, salvo a través de los trabajos de algunos think tanks —especialmente Policy Network, el think tank de los laboristas británicos—, esta doctrina ha sido adaptada, pensada o confrontada con las exigencias de nuestro tiempo. Tanto es así que a la mayor parte de los grupos de izquierda europeos la globalización los cogió a contrapié, y sobre todo la fragmentación resultante de las clases medias.

La izquierda está obligada a inventar sobre la marcha y choca con fuertes resistencias, casi siempre en nombre de dogmas perdidos, caducos, por más que parezcan tranquilizadores. Tanto en Francia como en Italia existe la misma amenaza de escisión: por parte de los contestatarios de Martine Aubry, que denuncian una “traición”, al unísono con la extrema izquierda, el Partido Comunista y los Verdes; y en Italia, por parte de aquellos que amenazan con separarse de la mayoría del Partido Demócrata para agruparse contra el primer ministro.

Las clases medias se repliegan en el conservadurismo para defenderse de la proletarización
No se trata de proclamar aquí que todo iría mejor si los Gobiernos tuvieran las manos libres: las dificultades son reales para millones de personas, empezando por aquellas y aquellos que son víctimas de la mayor de las injusticias, a saber, el acceso al mercado laboral. Se trata más bien de constatar que con la crisis financiera hemos sido víctimas de las derivas de un capitalismo financiero no regulado. Nunca, desde el fin de la II Guerra Mundial, los daños causados por estas derivas habían sido tan fuertes y patentes.

El terreno era propicio; estaba abonado para un retorno de las ideas de izquierda, de la izquierda clásica, la que pone siempre por delante la lucha contra las desigualdades. Sin embargo, se produjo lo contrario: en Estados Unidos, el ascenso de los Tea Parties provocó una radicalización —paralizante para el presidente Obama— de la derecha clásica, encarnada en el Partido Republicano. Esto en un país en el que, no obstante, las desigualdades vuelven a ser vertiginosas: según el economista francés Thomas Piketty, son similares a lo que fueron a finales del siglo XIX y principios del XX. Y en Europa estamos confrontados a una ola populista y de extrema derecha, con los inevitables brotes nacionalistas —cuya punta de lanza es actualmente Rusia— allá donde esas mortíferas ideologías están manos a la obra.

Precisamente, estos brotes extremistas conducen inevitablemente a las tentaciones antidemocráticas, que no se pueden separar de la fragmentación de las clases medias. Estas son el soporte de la democracia representativa. Y hasta ahora habían sido bien representadas por la izquierda. Sin embargo, estas clases medias, desorientadas, como antaño la clase obrera, creen poder defenderse a través de un repliegue corporativista y conservador, alimentado por el miedo a la proletarización. Todo ello en unas sociedades convertidas al individualismo que, por tanto, ignoran cada vez más el sentido de la palabra solidaridad. La izquierda europea debe renovar imperativamente su análisis de la evolución de la sociedad y adaptar su objetivo de siempre —la justicia social— a los obstáculos y realidades de este comienzo de siglo.

Podemos analizar aquí por separado el caso de la izquierda francesa, que sufre este retraso de adaptación más que ninguna otra. Es una paradoja porque, tras su primera experiencia de poder durante la era Mitterrand, parecía haberse convertido a una cultura de gobierno. Fue el “giro del rigor” —eran días de verdadera austeridad— de 1982-1983. Entonces se trataba ni más ni menos que de la aceptación de la economía de mercado. Ahora bien, esa cultura se ha perdido progresivamente. La culpa puede atribuirse a los años Jospin. No porque este introdujera la semana de 35 horas, sino porque rechazó explícitamente todo aggiornamento. Lionel Jospin, a la sazón primer ministro, fue invitado a suscribir un manifiesto elaborado por Tony Blair y Gerhard Schröder, primer ministro y canciller, respectivamente. Jospin adoptó la pose de la izquierda ofendida y decretó que aquel texto era “ultraliberal”…

Los socialistas de hoy aún no se han curado de ese rechazo y consideran, por ejemplo, que el enfoque de Valls es “de derechas”. Fijémonos en Angela Merkel: ¿qué hace sino administrar plácidamente la herencia de un canciller socialdemócrata? A la izquierda francesa le será difícil y le llevará tiempo superar este handicap que se ha infligido a sí misma, a riesgo de verse apartada, durante las próximas elecciones presidenciales, de toda perspectiva de poder y durante mucho tiempo.

Jean-Marie Colombani, periodista y escritor, fue director de Le Monde.

Traducción de José Luis Sánchez-Silva.