El mundo en la encrucijada: Las mujeres tienen las soluciones

ICANForo de ICAN
Servicio InterPress, «Mujeres Ante el desafío de Rising extremismo y Militarismo»

La siguiente es una declaración emitida el 11 de noviembre de 2014

«El extremismoDesafiante y Militarismo», tercera MENA Foro de ICAN Anual / Asia de Derechos, la Paz de las Mujeres y de Seguridad celebraron en Sile, Turquía.

Nosotras, sesenta mujeres que representan a trece países en el Oriente Medio, África del Norte y Asia, junto con nuestros colegas de Europa y América del Norte, reunidosen Turquía en el Tercer Foro Anual sobre Derechos de las Mujeres, la Paz y laSeguridad, convocado por la Sociedad Civil Internacional Red de Acción (ICAN), tieneuna palabra para compartir con el mundo: Basta ya.

Basta ya de la violencia; suficiente de la importación de las ideologías extremistas que no tienen raíces en nuestras culturas, religiones o de la historia; y suficiente de lasarmas y las bombas que nos están obligando a enterrar a nuestro pueblo,especialmente a nuestros niños, a una edad en que deben ir a la escuela y la construcción de su futuro. Al otro lado de nuestras regiones, dentro de las fronteras denuestros países, nuestros pueblos están sufriendo en la primera línea de las guerras y de las formas de violencia más horrendos en la historia reciente.

La inmensa mayoría de nuestro pueblo de paz amorosa están siendo rehén de una pequeña minoría de extremistas, las fuerzas de ocupación y los poderes autoritarios.Nosotras, las mujeres, como activistas por la paz, los derechos y el pluralismo, están en la mira de estas fuerzas. Por un lado, nos encontramos en las listas de matar deISIS / Daesh y otras milicias extremistas simplemente por atreverse a hablar a favor de la libertad. Por otro, estamos siendo acosados, amenazados y arrestados por las fuerzas del Estado y de ocupación por atreverse a exigir servicios simples que van desde agua limpia a la gobernabilidad decente, derechos básicos, la igualdad y el liderazgo.

Las políticas de los actores internacionales están contribuyendo al sufrimiento denuestro pueblo, incluyendo a través de sanciones, la venta de armas, la trata de personas y el tráfico de drogas. Nuestras chicas están siendo obligados a milicias o secuestradas, violadas y vendidas. Mientras tanto, extremistas y las fuerzasregresivas se están beneficiando directamente de estas políticas.

Llegamos a todo el mundo por el apoyo y la solidaridad de la comunidad internacional,pero no es inminente, con la excepción de algunas fuentes.  Decis apoyar a las mujeres y habeis aprobado normas y políticas tales como la Resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas 1325 sobre mujeres, paz y seguridad que exigen claramente la participación efectiva de las mujeres en la toma de decisiones relacionadas con la prevención y resolución de conflictos internacionales. Sin embargo, no haceis caso de nuestro consejo o nuestras advertencias. Gastais millones en bombas y aviones no tripulados, a sabiendas de que, por sí solos, no proporcionan ninguna solución. Y sin embargo, cuando buscamos su apoyo para escuelas, desarrollo económico y asistencia humanitaria, afirmais que no es posible.

Los desafíos a los que nos enfrentamos son profundos.  No somos responsables de su creación pero nos vemos obligadas a hacer frente a  sus consecuencias. Podría pensarse que, dadas las circunstancias, no es posible nada en positivo. Pero no es así. Tenemos poder y seguimos trabajando porque nos negamos a renunciar a nuestrosvalores y nuestras esperanzas de un futuro mejor. Estamos movilizando a los jóvenes a cuestionar las ideologías que dicen que debemos odiar uno al otro. Rechazamos cualquier comprensión de las religiónes que aprueban o promueven violencia y opresión de las mujeres. Estamos difundiendo el mensaje de paz y el pluralismo que ha permitido a esta región, durante siglos, vivir en paz a pesar de las diferencias.

Trabajamos con las mujeres para contribuir a su conocimiento de los derechos universales, para alcanzar interpretaciones inclusivas de la religión, para fortalecer sus voces,  respetar su dignidad y darles puestos de trabajo. Trabajamos con los hombres para contrarrestar la cultura de la violencia que se ha filtrado en  nuestra región. Contra viento y marea, luchamos para que  nuestros gobiernos rindan cuentas a sus propios compromisos.

Hoy en día nos encontramos en una encrucijada. La comunidad internacional puede seguir sus políticas y estrategias fallidas que fomentan el extremismo más violento y la radicalización. O pueden seguir nuestro ejemplo. Una cosa está garantizada: nuestra versión de la región, nuestra visión para el futuro, es la paz, la libertad, la dignidad, los derechos, el pluralismo, y la prosperidad para todos. Escuchanos. Únete a nosotros.

(Traducción María Izquierdo, Mujeres por la Paz )

 

“El populismo se ha convertido en un modo de hacer política”

La presidenta de la Cámara baja italiana, en un programa de televisión en 2013 en Milán. / STEFANIA D'ALESSANDRO (GETTY IMAGES)
La presidenta de la Cámara baja italiana, en un programa de televisión en 2013 en Milán. / STEFANIA D’ALESSANDRO (GETTY IMAGES)

Laura Boldrini (Macerata, 1961) es un caso atípico en la política italiana. No suele ser habitual que alguien con su perfil –mujer, joven e independiente— alcance un cargo de tan alta responsabilidad como la presidencia de la Cámara de Diputados. Periodista de profesión, antes de presentarse a las últimas elecciones en las listas de SEL (Izquierda, Ecología y Libertad), fue portavoz de ACNUR (la agencia de la ONU para los refugiados). Además de las labores propias de su cargo, Boldrini ha adquirido el compromiso de intentar recuperar la confianza de los votantes en las instituciones, mediante la reducción de sueldos y gastos y la apertura del Parlamento a ciudadanos y nuevas tecnologías.

Pregunta. ¿Debo llamarla presidente o presidenta?

Respuesta. Aquí en Italia me llaman señor presidente, pero a mí me gustaría que me llamasen al menos señora presidente, pero hasta esto se considera una cosa caprichosa, de feministas. Pido respeto a mi género. Y nuestra lengua que viene del latín declina y lo permite. Y detrás del “señor presidente” se esconde el no querer aceptar que ciertos roles institucionales puedan ser ocupados por una mujer. Hay que tener al lenguaje muy en cuenta porque las palabras son como piedras y a veces pueden hacer mucho daño.

P. Se lo preguntaba porque la situación de las mujeres en Italia sigue siendo especialmente preocupante. Valga el dato de que el 50% de las mujeres del sur no tienen trabajo ni lo buscan…

R. Durante demasiados años en este país la mujer ha sido representada solo desde el punto de vista estético, con el cuerpo de las mujeres se ha vendido cualquier cosa. Hace falta pedir respeto por la mujer, porque si se la convierte en objeto se puede hacer cualquier cosa con ella. Hace falta hacer un trabajo de recuperación y de valorización de la mujer. Ha estado a menudo en la sombra, donde no solo trabajan, sino que llevan adelante a la familia, a sus padres, pero no tienen el reconocimiento social que merecen. Y es cierto que hay también un problema de ocupación enorme. Solo el 40% de las mujeres trabajan en el sur, al norte un poco más, el 52%, pero en cualquier caso una media bajísima, lejos de la media europea. Aquí llegan decenas de miles de cartas de mujeres que se sienten desalentadas, que no pueden más, o que sufren violencia, que es otro de los grandes problemas. Y yo me siento llamada a la causa como mujer que ostenta un alto cargo del Estado. Es más, creo que todas las mujeres que ocupan cargos en los que se toman decisiones deben de hacer suya esa batalla.

P. ¿Por qué la situación es peor en Italia que en otros países del entorno?

R. No creo que el problema sea solo de Italia. Hay también otros países donde todavía está lejos la meta de tener los mismos salarios, la maternidad y la paternidad compartida… Pero el problema no es si Italia o si Europa lo logran. La verdadera paridad no llegará el día en que nos convirtamos en una isla feliz a la que hay que llegar, sino el que logremos arrastrar a millones de mujeres que no tienen los mínimos derechos. Será cuando una mujer que se defiende de una violación no sea condenada a muerte, cuando las mujeres de otros países puedan heredar los bienes, cuando puedan conducir, tener una vida productiva…

P. Mujeres casi sin derechos que están entre nosotros, ni siquiera hay que irse a África a buscarlas…

R. Desde luego, en Italia, en Europa, muchas mujeres podemos hacer nuestra carrera a costa de otras mujeres que dejan sus familias, sus países, a las que se expropian los afectos y viven en total soledad. Y se lo juegan todo, porque el marido se busca otra vida, los hijos solo le piden dinero y se convierten en un cajero con la vida suspendida. Encuentro terrible la vida de estas mujeres. Sufro al recordar que yo he podido viajar y hacer misiones por todo el mundo, desde Irak a Afganistán o Sudán, gracias a que mi hija fue cuidada por otra mujer que llenó ese vacío por mi. Y eso es muy triste. Es un sistema social que no me gusta. No es evolución ni emancipación.

P. Esto nos lleva al asunto siempre candente de las migraciones, al que usted ha dedicado gran parte de su trabajo. Europa sigue sin saber qué hacer con los vecinos de ahí enfrente…

R. Hay que resolver los problemas de raíz, preguntándonos primero por qué hay tantas personas que arriesgan su vida para llegar a nuestras costas, y buscando después alternativas a la muerte en el mar. Pero falta la voluntad política. Yo estoy orgullosa de Italia, que con la operación Mare Nostrum ha salvado miles de vida en el Mediterráneo, pero ahora esta operación no es sostenible para un solo país. El salvamento en el mar es responsabilidad de Europa, porque el Mediterráneo es frontera europea. Salvar vidas humanas de solicitantes de asilo es un deber porque el derecho internacional del mar así lo establece y porque la convención de Ginebra de 1951, que hemos firmado todos, establece el acceso al territorio de quien tiene necesidad de protección. También la mayoría de las constituciones de los países incluyen el derecho de asilo. El 85% de los refugiados vive en el sur del mundo, si alguno sale no podemos dejar de cumplir con nuestra parte.

P. ¿Existe un peligro creciente de xenofobia?

R. Las últimas elecciones europeas han hablado muy claro, la crisis económica crea presupuestos para buscar el chivo expiatorio y la rabia siempre se vuelca en los más débiles. Hemos visto que los partidos que juegan con el miedo y echan gasolina al fuego han obtenido cierta aprobación en casi todos los países europeos. Europa se ha percibido en los últimos años no como la solución a los problemas sino como la causa del empobrecimiento. Y es un grave error, porque hemos hecho un proceso maravilloso: hace 70 años los países entraron en guerra entre ellos, de ahí hemos pasado a comenzar a dialogar, hemos hecho una largo camino, un parlamento juntos, la libre circulación, una moneda única, tantas cosas… pero falta un salto. Hoy hace falta valentía, valentía para dar otro paso, implementar el diseño de los Estados Unidos de Europa que sea el que nos permitirá avanzar. Tenemos que decir con la cabeza alta que Europa es la solución a los problemas y no la causa.

P. Usted entró en política en un momento de gran indignación ciudadana con los partidos. No solo en Italia. También en España ha nacido con gran éxito un movimiento que critica los abusos de La Casta…

R. Mire, quien ha hecho política antes de nosotros tiene una enorme responsabilidad. Porque ha golpeado en el corazón del país. Ha golpeado la dignidad de las instituciones porque, entre estas personas, muchas han trabajado con sentido de responsabilidad, pero ha habido una minoría que, en cambio, ha hecho de todo y más… Y esta minoría ha robado la confianza, la ha destruido. Hoy el camino es muy cuesta arriba. Porque la gente ya no nos cree más. Hasta el punto de que, cuando yo hablo de estas reformas que estamos haciendo, de estos ahorros, la gente se pregunta: ¿será verdad o será falso? La gente ya no nos cree. Pero esto es un mecanismo perverso. Si yo saliera ahí fuera y gritara: ¡me han puesto al frente de una institución llena de ladrones, de personas incapaces!, la gente me aclamaría. Esto es, la gente estaría feliz de que les dijera que a quien ha votado no está capacitado para hacer el trabajo por el que se le paga. Esto es perverso. Pero esto es lo que está pasando en Italia.

P. Un sentimiento alentado también desde la misma política..

R. A mí me sienta fatal ver que muchas personas que tienen responsabilidad usan esta papel del populismo, este papel de antipolítica que se ha convertido en un modo de hacer política, de lograr consenso. En vez de decir que para el cambio son importantes las instituciones, las denigra. Es un mecanismo peligroso. Nuestro deber hoy es hacer un cambio de tal modo incontestable que las personas puedan volver a tener la idea de que somos dignos de confianza. Tenemos que demostrar que somos eficaces y honestos. Es un ejercicio muy complicado, pero lo debemos reivindicar. Yo no acepto que alguien diga que da igual que el Parlamento exista o no exista. Porque si no mejoramos este Parlamento, ¿qué nos queda? No entiendo a aquellos diputados que están en el Parlamento para decir no a todo y evidenciar solo lo que no funciona. Si tú aceptas estar dentro del Parlamento, no puedes limitarte a gritar, a deslegitimar y a destruir.

La presidenta de la Cámara baja italiana, en un programa de televisión en 2013 en Milán. / STEFANIA D'ALESSANDRO (GETTY IMAGES)
La presidenta de la Cámara baja italiana, en un programa de televisión en 2013 en Milán. / STEFANIA D’ALESSANDRO (GETTY IMAGES)

Virtudes y peligros del populismo

imageVirtudes y peligros del populismo
Invocar la voluntad del pueblo para saltarse el respeto a la ley es uno de sus recursos habituales. Movilizan así a los apáticos, pero su afán por eliminar las cortapisas democráticas abre un peligroso camino a la tiranía
JOSÉ ÁLVAREZ JUNCO. 11/11/2014 00:00
Se habla mucho de populismo últimamente. En Europa se aplica a la derecha xenófoba francesa, británica u holandesa; en América Latina, al eje chavista venezolano, ecuatoriano o boliviano. Pero el término sigue teniendo difícil acceso al mundo académico. El diccionario de la RAE, por ejemplo, no incluye el sustantivo “potpulismo”; y define el adjetivo “populista” como lo “perteneciente o relativo al pueblo”, idea que en castellano actual correspondería más bien al adjetivo “popular”.

El populismo no es, la verdad, fácil de definir. Muy frecuentemente se usa en sentido denigratorio, atribuyéndolo a fenómenos que, como mínimo, carecen de contenido serio. Una politóloga propuso, hace años, el abandono del término, por indefinible. La obstinación con que se sigue utilizando indica, sin embargo, que algo deben de tener en común los dispares fenómenos a los que aplicamos ese nombre como para que valga la pena intentar ponernos de acuerdo sobre su significado.

Lo primero indiscutible es que los movimientos o personajes políticos a quienes se llama “populistas” basan su discurso en la dicotomía Pueblo / Anti-pueblo. El primero, no hace falta aclararlo, representa el súmmum de las virtudes; el pueblo es desinteresado, honrado, inocente y está dotado de un instinto político infalible; mucho mejor nos iría si le dejáramos actuar, o al menos le escucháramos. Su antítesis, en cambio, el anti-pueblo, es la causa de todos los males; y puede tomar cuerpo, según los populismos, en entes internos o externos: la oligarquía, la plutocracia, los extranjeros, el clero, los judíos, la monarquía…; en el discurso dominante hoy, en España, sería la “casta política” o “el régimen del 78”, a quienes se oponen “los ciudadanos” o “la gente (decente)”. Por “pueblo” no debe entenderse, desde luego, el proletariado o las clases trabajadoras. De nada sirven aquí las descripciones sociológicas, ni los análisis de clase. “Pueblo” es una mera referencia retórica, una invocación fantasmal. Lo que importa, la clave de todo, es que el Pueblo, la Voluntad del Pueblo, es el principio supremo de la legitimidad. Invocar la voluntad popular, como los dictados divinos para los creyentes, permite saltarse la exigencia del respeto a la ley.

Un segundo rasgo común a los populismos es la ausencia de programas concretos. Lo reconoció como nadie José Antonio Primo de Rivera, aspirante a populista, cuando dijo aquello de que sus ideas eran demasiado ambiciosas como para intentar apresarlas en un programa. Fue típico también declarar que no eran de derechas ni de izquierdas. De los proyectos de los dirigentes populistas sabemos que están inspirados por los deseos más grandiosos (“salvar al país”, establecer una “democracia real”), pero no cómo piensan hacerlo; no conocemos sus planes en el terreno institucional, en el económico ni en el internacional. Quiero cambiar todo, decía el Lerroux juvenil. Estoy en contra de todo lo que está mal, declaró una vez el inefable Ruiz Mateos. Una vaguedad que les permite actuar como revolucionarios o como realistas según requieran las circunstancias. Para sus seguidores, lo que importa es que su acción se verá guiada por unos principios políticos y morales intachables, anclados en el interés popular.

Tercer rasgo: en su discurso dominan los llamamientos emocionales dominan sobre los planteamientos racionales. Apelan a la acción, la juventud, la moralidad, la audacia, la honradez. Uno de sus mantras preferidos es que hacen falta “menos palabras y más acción”; es decir, hay que superar la ineficaz verborrea que domina la política actual. El objetivo de estas invocaciones es claro: no se trata de hacer pensar a sus oyentes sino de movilizarlos, de que entren en la arena política grupos hasta hoy indiferentes o marginados. Una movilización que suele ser extra-institucional, por cauces ajenos a los previstos por el “sistema”.

Cuarto: a juzgar por sus proclamas, nadie puede llamarles anti-demócratas; al revés, el gobierno del pueblo es justamente lo que anhelan. Pero democracia es un concepto que admite al menos dos significados: como conjunto institucional, unas reglas de juego, que garantizan la participación de las distintas fuerzas y opciones políticas en términos de igualdad; y como “gobierno para el pueblo”, sistema político cuyo objetivo es establecer la igualdad social, favorecer a los más débiles. Desde esta segunda perspectiva, muchas dictaduras pueden declararse “democráticas”; la Cuba de los Castro, por ejemplo, un régimen que no convoca elecciones libres y plurales pero que presume de grandes logros educativos o médicos para las clases populares. También es típico de cualquier populismo la formación de redes clientelares, dado que la función principal del líder debe ser la protección de los débiles.

Y esta, la existencia de un líder dotado de cualidades redentoristas, es otra peculiaridad de muchos de estos fenómenos. El movimiento está dirigido por un Jefe, un Caudillo, un Cirujano de Hierro, que aúna honradez, fuerza, desinterés y, sobre todo, identificación con el pueblo, con el que tiene una conexión especial, una especie de línea directa, sin necesidad de urnas ni sondeos. Obsérvese que entre sus virtudes no está el saber, la capacidad técnica. El anti-elitismo populista comporta una importante dosis de anti-intelectualismo y anti-tecnicismo. Más que un rasgo modernizador, este elemento clave parece un resto del mesianismo religioso o del paternalismo monárquico del Antiguo Régimen.

Una última característica común, que no corresponde al movimiento en sí sino al entorno en el que florece, es que todos los populismos prosperan en un contexto institucional muy deteriorado, en el que los partidos tradicionales y los cauces legales de participación política, por corrupción o por falta de representatividad, están desprestigiados hasta niveles escandalosos.

Esta enumeración de rasgos —no todos aplicables al caso español actual, pero sí algunos— nos lleva a ciertas conclusiones. La primera sería que los populistas tienen la virtud de denunciar sistemas políticos anquilosados, lo cual es de agradecer y obliga a abrir, a flexibilizar, a modernizar las instituciones democráticas. Al ser capaces de movilizar a los hasta hoy apáticos, abren cauces institucionales a los antes excluidos, les permiten intervenir en la toma de decisiones colectivas. Son, desde este punto de vista, revitalizadores de la política; y suscitan simpatía: difícilmente serán tan malos como los que tenemos, piensa uno instintivamente.

Pero no hay que equivocarse. Aunque los dirigentes populistas se proclamen anti-políticos y exijan que el poder —hoy en manos de políticos profesionales— retorne al pueblo, ellos también son políticos. Quieren gobernar, quieren el poder. Y cuando llegan a él, les molestan las cortapisas: no son de su agrado ni la división y el control mutuo entre poderes, propio de las democracias liberales, ni la existencia de una oposición crítica ni el que su mandato se termine a fecha fija. Su lógica es, la verdad, impecable: si el poder es ahora del pueblo, ¿por qué limitarlo? ¿quién y en nombre de qué puede oponerse a la voluntad del pueblo? Es decir, que su vínculo privilegiado con el pueblo exige eliminar todo límite a su capacidad de acción. Lo cual abre un peligroso camino hacia la tiranía. Por otra parte, al no establecer ni reconocer normas, tienden a recurrir a la acción directa, lo que suele significar prácticas coactivas contra los discrepantes. Movimientos políticos que carecen de programa y no cuidan las instituciones no son fiables.

Es imposible, en resumen, saber adónde puede llevar un movimiento de este tipo: su carencia de programa le permite seguir cualquier línea política. El peronismo, siempre el mejor ejemplo, fue intervencionista y expansivo en economía en los años cuarenta-cincuenta y liberal en los tiempos de Menem. El lerrouxismo representó a la izquierda incendiaria en 1909 y al republicanismo de orden en 1934.

Al final, para saber lo que nos espera cuando un movimiento de este tipo asoma por el horizonte lo más práctico es echar una ojeada a los regímenes alabados por ellos o de quienes han recibido apoyo: si se trata de la Venezuela bolivariana, sus votantes deberían considerar qué harán cuando el Gobierno aupado por ellos acapare los medios de comunicación públicos, hostigue a la prensa independiente o amedrente a sus adversarios. Afortunadamente, la sociedad española actual parece poco dispuesta a tolerar ese tipo de cosas.

José Álvarez Junco es historiador. Su último libro es Las historias de España (Pons / Crítica).

ONU aprueba nuevas directrices para las mujeres refugiadas y apátridas

imageMadrid, 06 nov. 14. AmecoPress.- El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) aplaudió la nueva Recomendación General adoptada por el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de Naciones Unidas (CEDAW).

Las directrices que constituyen esta Recomendación instan a los países a adoptar un enfoque más sensible hacia la mujer a la hora de lidiar con refugiadas, solicitantes de asilo y apátridas ya que son frecuentemente víctimas de abusos.

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Volker Türk, director de protección internacional del ACNUR, advirtió que todavía son muchas las mujeres que huyen de sus países y buscan asilo como resultado de una extendida violencia de género.

Partiendo de la propia experiencia del ACNUR, las nuevas directrices explican que los países deben defender la igualdad y la no discriminación en los procesos de asilo. De lo contrario, muchas mujeres y niñas se ven desprovistas de cualquier tipo de protección internacional.

Entre otras recomendaciones, destacan los derechos de las solicitantes de asilo a su nacionalidad, a ser entrevistadas por una mujer y a presentar sus casos en un entorno seguro y libre de intimidación.

La eliminación de la discriminación de las leyes de nacionalidad es una de las 10 iniciativas propuestas ayer como parte del Plan de Acción Global para acabar con la Apatridia, lanzado por el ACNUR como parte de una nueva campaña. Todavía hay 27 países que no permiten que las mujeres transfieran su nacionalidad a sus hijos.

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Internacional – Mujeres del Mundo – Violencia de género – Instituciones de Igualdad – Derechos Humanos. 06 nov. 14. AmecoPress.